Agua para la huerta de Alicante

El trasvase Tajo-Segura, hoy puesto en entredicho por avatares de la política, ha sido una de las obras hidráulicas más importantes de la década de los setenta del siglo pasado en España. Quizás convenga recordar que la idea inicial, que tanta riqueza ha traído a las provincias de Alicante y Murcia, además de solucionar, en gran parte, la demanda de agua potable de la población de ambas provincias, surgió en tiempos de la Segunda República Española de la mano del ministro socialista de Obras Públicas Indalecio Prieto que encomendó al ingeniero Manuel Lorenzo Pardo la realización de un plan nacional de aprovechamiento de aguas para toda España.

La Guerra Civil, entre otras causas, impidió que este proyecto se llevara a cabo. En 1966 se retomó la idea de realizar un aprovechamiento conjunto de los recursos hidráulicos del centro y sureste de España. En 1979 llegarían las primeras aguas a la cuenca del rio Segura procedentes del río Tajo.

A lo largo de estos años fueron muchos los políticos, ingenieros y técnicos de todo tipo que intervinieron en estos trabajos. Hay algunos que tuvieron un papel destacado que han quedado relegados al olvido. Uno de ellos, fue el Ministro de Asuntos Exteriores en 1969 Gregorio López Bravo que entre otros logros consiguió del Gobierno alemán unos créditos muy importantes para la construcción del Trasvase.

López Bravo, trágicamente desaparecido en accidente aéreo, poseía al decir de los que lo conocieron, unas cualidades extraordinarias: Dinámico, resolutivo, enterado, cauto, buen creyente y por añadidura joven y de simpática presencia. Un auténtico fuera de serie para convencer a los financiadores alemanes.

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