Desde mi balcón

Abajo la playa de La Albufereta. Muchos ratos de este enclaustramiento los dedico a contemplar la hermosura de La Costa Blanca, su luminosidad, el clima y las tonalidades cambiantes del mar.

Desde mi balcón y siguiendo la línea de costa alcanzo a ver Santa Pola, y en los días de buena visibilidad vislumbro la isla de Tabarca.

Siguiendo costeando con la imaginación y ya en el litoral murciano, después de las Salinas de San Pedro, desembocamos en el Mar Menor y aquí nos detenemos, porque es donde se encuentra el lugar en el que se inició mi vida profesional.

Se llama la AGA, Academia General del Aire y sé que no necesita presentación para un alicantino, ya que por sus aulas han pasado muchos de ellos; y no pocos de sus cadetes, paseando sus vistosos uniformes por La Alameda fueron llevados al altar por la juventud femenina del lugar.

Incluso dentro de mi promoción, la 7ª, había varios alicantinos que recuerdo con cariño, y que permanecimos en este Centro entre los años 1.951 al 1955, saliendo a prestar servicio a las distintas bases españolas con el grado de teniente.

Mis recuerdos se centran en aquellos primeros vuelos en solitario en la Bucker, y que consistían en realizar un pequeño viaje “ triangular”, despegando de la Academia y sobrevolando Alicante y Albacete, para regresar de nuevo a San Javier, con el corazón rebosante de alegría ante tanta belleza.

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