En los tiempos de confinamiento que nos ha tocado vivir, algo en la familia ha pasado al primer plano: amar, amar con obras, con libertad, y con espíritu de servicio.
Qué delicioso sería un hogar en que todos estuviésemos dispuestos a servirnos con alegría unos a otros, que compitiésemos para ver quién sirve más y mejor. Sería el imperio de la paz y la alegría.
Gran parte de las quejas en la familia obedecen al deseo de “ser servidos”. Pensamos que no nos tratan con cariño, no nos prestan atención, y mil cosas más. En suma: “no nos sirven en bandeja lo que consideramos sería justo recibir”.
El espíritu de servicio, posee las siguientes características:
- Es un servicio hecho con alegría, con buena cara.
- Un servicio hecho con elegancia: Sin exigir agradecimiento, ni reconocimiento, sin darse importancia. Después de haberlo hecho todo, debemos decir sin ninguna vanidad: “no hemos hecho más que lo que debíamos hacer”.
- Es propio del espíritu de servicio: saber anticiparse.
Cuando tenemos espíritu de servicio: corazón y mente están vigilantes, nos anticipamos. Hacemos las cosas antes de que los demás las tengan que hacer, se lo evitamos, con cariño.
“Quien quiera ser el primero, sea el servidor de todos”.