Hace un tiempo conocí al veterano periodista Tirso Marín en un coloquio celebrado en el Club Juvenil Forque sobre el tema “por qué vuela un avión”. Hizo una pequeña reseña en La Verdad.
Charlando detrás de una cerveza y, como inspiraba confianza, le conté el reciente viaje de mi hija Rosa a la India; el relato mereció su interés y lo publicó en la sección de “Alicante vivo” del mencionado diario.
Y ¿por qué lo saco yo aquí a colación? Porque pone de manifiesto dos virtudes que no son muy frecuentes: la audacia y la perseverancia.
La primera, por el proyecto en sí. Desplazarse ella sola a uno de los lugares más olvidados de la Tierra, cerca del Nepal, provista de un portátil y una cámara, con intención de pasar un mes enseñando a sus gentes su uso y luego regalárselos. Durante ese tiempo vivió tan profundamente la miseria y el abandono de esa gente que volvió profundamente conmovida y decidió ayudarles.
Y aquí viene la segunda virtud, la perseverancia: transmitió su entusiasmo a más de 20 de sus amigos, los cuales, hasta el día de hoy, han estado colaborando en un gran proyecto de ayuda a esas gentes abandonadas y allí se ha levantado un ambulatorio, dos colegios; y han podido comprar una ambulancia, un jeep, etc. como se explica en el vídeo que te muestro a continuación:
Un documental publicado por ella misma, buena muestra de ilusión aun sin ninguna ayuda exterior.
Chapeau.